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Una vela por mamá:

luz para el recuerdo, calor para el alma

Hay gestos sencillos que dicen más que las palabras. En este Día de las Madres, cuando el mundo celebra a quienes nos dieron la vida, algunos de nosotros miramos al cielo y al corazón en busca de esa figura que ya no está físicamente, pero que nunca se ha ido del todo. Para ellos, para ellas, encendemos una vela.

Una llama pequeña, tal vez frágil, pero viva. Una llama que no se apaga con el viento del tiempo, porque arde desde adentro, desde lo profundo de nuestros recuerdos. Encender una vela por mamá es un acto de amor silencioso, una forma de decir: te sigo recordando, te sigo sintiendo cerca.

Ese destello tenue puede parecer un simple símbolo, pero encierra tanto. Es calma, porque nos permite pausar el día y abrazar la nostalgia con ternura. Es esperanza, porque sentimos que el amor trasciende la ausencia. Es cuidado, porque nos invita a cuidar su memoria como ella cuidó de nosotros. Y, sobre todo, es amor. El mismo amor que ella nos enseñó, que hoy vive en nosotros y que compartimos con quienes nos rodean.

Hoy, en este Día de las Madres, no todos tienen a quién abrazar, pero todos podemos tener un momento de conexión. Encender una vela no es rendirse a la tristeza, sino encender el corazón. Es honrar el legado, las enseñanzas, las caricias, y hasta las risas que aún nos acompañan.

Que esa luz, por pequeña que sea, ilumine nuestro día. Y que donde sea que estén, nuestras madres sientan el calor de nuestro recuerdo. Porque el amor verdadero no conoce fronteras, ni siquiera la de la vida y la muerte.

Feliz Día de las Madres, aquí y allá.

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